Todos necesitamos comunicarnos, expresar lo que pensamos, sentimos,
deseamos, nuestras decisiones, nuestras reflexiones, etc. Por otro lado, está
la simple conversación con nuestros semejantes que ayuda a desarrollar amistad,
mantener una relación de amigos, novios, matrimonio, padres e hijos, hermanos,
familia.
Nos ayuda a intercambiar ideas,
a enriquecer nuestras vidas, compartir en familia con el objetivo de vivir en
una constante y renovadora relación en los grupos sociales que nos
desenvolvemos. En el área laboral, es tan bueno conocer a quienes son nuestros
compañeros(as) de trabajo pues, crea un buen ambiente, nos vamos conociendo,
entendiéndonos en base a la comunicación clara, cálida y abierta.
En familia, es vital poder conversar.
Buscarse para ello. En horas de comidas, en los paseos, en los momentos de
distracción, qué maravilloso es encontrarnos
todos y podernos explayar, escuchar a los otros miembros de la familia,
permitiendo conocernos. Si somos
transparentes, otros pueden comprendernos, ayudarnos, aportarnos; de esa manera
vamos creando lazos de familia más sólidos que en cualquier momento nos sirven
para vivir una vida más plena. He visto familias tan unidas, cada miembro se
pone en el lugar del otro, reconoce sus necesidades, está dispuesto a ayudar,
hay un diálogo permanente de amor. El amor construye relaciones firmes y
solidarias.
Al contrario sensus, la falta de amor en la comunicación familiar va
destruyendo los lazos familiares.
En la Iglesia o parte del Cuerpo de Cristo que participamos, ayuda a una
buena comunicación las reuniones de pequeños grupos por casa o en un lugar
agradable, donde podemos expresarnos en libertad, sin que alguien se asuste o
no pueda comprender a su hermano (a), muy por el contrario, en ambiente grato, distensionado, libre de
juicios y prejuicios, hace propicio el conocimiento mutuo y la ayuda espontánea
para servirnos unos a otros en amor, conociendo nuestras necesidades físicas,
del alma, del espíritu, de toda índole. Es una instancia para crecer y
practicar la enseñanza de Jesús, Señor. Me hace recordar la iglesia de
Hechos de los Apóstoles, en ella -se cuenta- que se reunían todos con sencillez
de corazón, compartiendo todo. Hechos 2, 44-47: “Todos los creyentes estaban
muy unidos y compartían sus bienes entre sí; 45 vendían sus
propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades
de cada uno. 46 Todos los días se reunían en el templo, y en las
casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. 47
Alababan a Dios y eran estimados por todos; y cada día el Señor hacía crecer la
comunidad con el número de los que él iba llamando a la salvación”.
La comunicación verbal,
gestual, escrita, si tiene el sello de Cristo, es decir de Sus enseñanzas,
contribuye a relaciones cimentadas en principios que nos permitirán formar
excelentes relaciones familiares, fraternas, amistosas, sanadoras. Cuidando
siempre perdonar, dejando la crítica,
los comentarios, las hipocresías, para dar paso a una comunicación
agradable a Dios, ayuda a la buena comunicación recordar que Él está siempre;
no podemos escondernos de nuestro Señor. Seremos juzgados por cada palabra
necia que digamos.
Apoyemos a nuestro
prójimo para que se sienta cómodo para conversar, comunicarse con nosotros, sin
miedos ni complejos.
Comuniquémonos y creemos
lazos indisolubles de amistad sincera y permanente con una conversación de
corazón a corazón.
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