Testimonio: Hace unos 8 años atrás más o menos caí en una depresión. Fue
bueno tenerla, para entender a otros. Mi propia hermana la padecía. Ella me lo
contaba mas yo no la podía entender. Me decía, tratamos de darle lo mejor,
esconderle muchas cosas tristes que pasamos. La pregunta era ¿cómo puede ser
que tenga depresión? Sin embargo, la padecía. Mi depresión fue durísima, los
fármacos que me recetaban no me caían bien, me daban vértigos. Lloraba de
mañana hasta la noche, no era un llanto silencioso, era un llanto a gritos,
desgarrador. Sentía un sufrimiento enorme que corroía mi ser. Pasaba con la
Biblia y un cuaderno, anotando sobre la angustia, la soledad, el dolor del
alma. Aún no comprendía yo el por qué; me trató una Psiquiatra. Yo le contaba
las más diversas cosas vividas, llorando.
Nada parecía aquietar mi dolor.
Un día vino un primo y al verlo me puse a llorar, le pedía perdón por mil cosas
que no había podido hacer…él me miró, respondiendo: tú has hecho lo que podías.
Sentía soledad, culpa, dolor de cosas que no había podido hacer, dolor de estar
sola, de verme tan poca cosa, ante miles de sensaciones de tristeza profunda.
Sentía que nadie realmente me quería y comprendía. Un día comencé un proceso de
hablar, trasparentar situaciones, hechos, que a pesar de mucha sanidad
interior, vaciamiento, ministración de liberación, salieron a flote, venían a
mi mente. Estaba débil, no encontraba la fuerza para hacer los ejercicios
espirituales que conocía. Hubiese querido tener a las personas, algunas sí las
tuve, poder conversar con ellas. Las cosas se fueron dando poco a poco. Me
hicieron una terapia de psicodrama; pude iniciar un camino de regresión. Les
puedo decir que quienes me vieron dando retiros, enseñanzas, apoyando a mi
marido, no entendían nada. Eso fue peor. Un peso doloroso. Hubiese querido
tenerles más cerca, sentir sus brazos, sus manos, sus miradas cariñosas… Fui
dando los pasos que creí serían importantes para mi cura. A pesar que en
algunos no fui entendida, necesitaba que me ministraran el perdón, pero no fue
así; tuve que esperar por varias semanas.
Luego, vino ese perdón, también
la crítica. Pero, estaba firme en seguir dando los pasos que fueran necesarios
para salir adelante.
Mi decisión fue acertada. Pude
sanar poco a poco.
Aprendí que una persona que
está sufriendo una depresión:
·
no es por lo último que tuvo
que vivir.
·
Son muchas situaciones o cosas
que han afectado.
·
Puede venirle a un siervo o
sierva del Señor. No es raro. Son personas que han atendido muchas vidas.
Tienen que vivir sus propios problemas familiares. Están sujetas a soledad, a
no sentir el amor, a tener que ser fuertes cuando en verdad somos
vulnerables, podemos cometer errores,
sentir que pecamos, sentirnos incomprendidos(as), como seres humanos tener
expectativas frustradas.
·
La persona entregada a la tarea espiritual es un ser humano, no tiene
nada de ser superior, necesita cariño, estímulo, aceptación, comprensión,
compasión. Es claro que quien está en el Camino, es una persona que está en
formación, por tanto está sujeta a errores, a desconocimiento. Quien está en
formación está aprendiendo. El siervo o sierva de Dios no está acabado.
·
TESTIMONIO:
He
conocido a sacerdotes, guías, pastores,
que cuando reciben cariño, sea pequeño o grande, ellos manifiestan su alegría y
gratitud por estos gestos de comprensión a su tarea. Es cierto, cuando uno se
involucra en la tarea espiritual no tiene tiempo para almorzar o cenar con
quietud, de manera que cuando nos invitan nos sentimos gratificados,
comprendidos, amados. Podemos estar tranquilos y gratos con quienes son seguidores
de Jesús, nuestros hermanos que nos bendicen.
·
A veces, en la labor espiritual se pueden recibir juicios que son duros,
muy duros. Lo que afecta no solamente la comunicación sino la relación
fraternal. Es bueno representar una crítica con delicadeza, vivencia y/o amor.
TESTIMONIO:
En mi caso
he sido criticada por ser muy carismática: los carismas los da Dios Trino, son
regalos, no indica santidad, sólo fe y obediencia. Me han criticado también por
mis continuas enfermedades, en verdad, soy débil en esa parte, pero no puedo
hacer más que aceptar con resignación lo que me ha correspondido vivir. No es
grato estar enfermo, con fármacos, a veces en cama otras en clínicas, otras
trabajando con dolores y sintiéndose muy frágil. Lo más duro es que te digan que
es “por causa de pecados no confesados”.
El hecho
de escribir charlas, dar retiros, prepararse para ellos, en todo, no significa
que te aplaudan, por el contrario es arma de doble filo ante cualquier traspié
que como ser humano tenemos. Es objeto de crítica.
Por todo
lo anterior, se diga: “quiere ser vista”, “quiere estar sobre su marido”. Sin
comentarios.
Un
sacerdote, muy amoroso, me comentaba que a él lo criticaban mucho, pero a
ninguno de sus feligreses se le ocurría ofrecerle ayuda. Es decir, estaban
pronto para la crítica, lentos para trabajar con su pastor.
·
En oportunidades la familia de la persona entregada a la labor
espiritual, tiene sufrimientos. Puede sentir que no se ha dado por entero a los
suyos. Hay sentimiento de culpa. Se descansa cuando la persona se acerca y
cuenta todo cuanto Jesús ha hecho por
ella y por ellos, con gratitud; y dar a conocer el compromiso.
·
En la iglesia no se comprende el estar en depresión; creo que ahora hay
más luz. Por eso recomiendo no prejuzgar a la persona enferma de depresión
diciendo, por ejemplo: “algo hizo… por eso está enferma”; “quizás tiene pecado
oculto”.
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