Orando,
estando en comunión íntima, pude “escuchar” repetidamente una voz diciéndome:
te amo, estoy contigo…. Creí que eso era mío, pero seguía dando vueltas esta
frase en mi mente. Cuando fui al grupo de oración, la frase cambió a: “les amo,
estoy con ustedes”. Lo expresé sin dudar. Continuaba Jesús, hablando a las
personas, quienes al escuchar el
mensaje, me dieron testimonio de lo que ellas experimentaron: se sentían muy
amadas, algunas tuvieron descanso, otras sanidad del alma, otras, libremente
manifestaron la emoción de quien es inquietada para dar pasos con Cristo.
En
otra oportunidad, estando con mi marido, orando e intercediendo ante el Señor,
escuché claramente que Él le daba una respuesta a su oración, la que fue
ratificada al cristalizarse. Nuestra fe fue aumentando.
En
otra ocasión, comencé a tener una visión profética, no la entendía: Durante
semanas veía a un hombre (un campesino) que daba vueltas arando la tierra. Una
y otra vez tenía la misma imagen o visión. Comencé a pedir al Señor me aclarara
que me quería decir o enseñar. Al poco tiempo, mientras anotaba algunas cosas
importantes para mi crecimiento personal,
me fue explicando lo que quería enseñarme. El campesino ara la tierra
con paciencia, día a día, removiendo la tierra y haciendo surcos, allí va
dejando la semilla que luego se convierte en alimento no solo para él, su
familia, sino en sustento, a la vez, alimento para otros. Nuestro Señor trabaja en nosotros con paciencia infinita,
remueve nuestra tierra, Su Palabra comienza a germinar, da fruto, nos sustenta
y permite que sustentemos a otros.
Otra
vez, me habló de las rosas: sus espinas, su flor hermosa, sus pétalos, etc.,
para graficarme cómo somos y estamos nosotros: Para Él somos hermosos aunque
dañamos en nuestro entorno más cercano; Él quita nuestras espinas, poco a poco,
nos hace suaves cómo pétalos de rosa para amar a muchos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario